miércoles, 24 de julio de 2013

La diabetes gestacional y yo


Para empezar, el título debería ser "la no-diabetes gestacional y yo", porque ya os adelanto que no la padezco. Sin embargo, tengo antecedentes de diabéticos en la familia y no dejan de decirme que el nene viene grande, así que, y a pesar de que tanto mi ginecólogo H como mi médico de cabecera compartían opinión sobre lo prescindible de las pruebas de glucosa —ambos decían que alguna mano negra había por ahí detrás o que alguien se estaba haciendo muy rico vendiendo botellitas—, yo estaba bastante preocupada.

Y comenzaron mis peripecias.

Llamé a M y le comenté que no estaba convencida de hacerme la "curva larga" (me daban los siete males de pensar en beberme los 100 gramos de glucosa y me preocupaba meterle gratuitamente tal chute al páncreas, la verdad); de todos modos, tenía la glucemia basal en su sitio y en el O'Sullivan no tenía un valor demasiado elevado. Ella me respondió que le parecía bien, que tenía algunas embarazadas que preferían no pasar por la prueba y hacer directamente la dieta para la diabetes. Me ofreció, además, otra opción que consistía en medirme la glucemia pre- y postpandrial (antes y después de las comidas) durante 15 días, que eso equivaldría a la prueba para poder hacer un diagnóstico.

Como tenía la maquinita (glucómetro) en casa, empecé a hacerlo ese mismo día, anotando los resultados en una libreta. Los valores antes de las comidas debían estar por debajo de 95 y todos me salieron bien; los postpandriales no debían superar los 140 mg/dL y, bueno, aquí es donde empezó a fallar la cosa, porque sí que obtuve algún valor por encima (y curiosamente, no fue en las comidas más copiosas, que ese finde tuve un bautizo). Me entró la duda de si lo estaba haciendo bien o no y al final, después de tres o cuatro días de mediciones, decidí presentarme en el hospital el día que me habían citado para la prueba.

Esta vez fui en ayunas, me sacaron sangre y engullí la botellita con la glucosa a pequeños tragos (puaj). Se me revolvió el estómago, pero abanico en mano logré mantener todo en su sitio. La cosa cambió un poco cuando fueron a sacarme sangre por segunda vez: la sanitaria no atinaba, la sangre no salía (y digo yo: si tienen que pincharte varias veces, no es mejor coger una vía y santas pascuas?) y con tanto teje-maneje —y un pinchazo extra—, me mareé como un pato. A punto estuve de sacar la dichosa glucosa por donde había entrado, pero tras ponerme casi haciendo el pino, me repuse. Y pasé el resto de la prueba tumbada muy a gusto en una camilla... jajaja.

Ese mismo día llamé a M para decirle que finalmente, como no estaba segura de estar tomando los valores bien en casa, me había hecho la prueba. Entró al sistema y los resultados ya estaban subidos: todo bien. No tengo diabetes gestacional y puedo comer de todo " con prudencia, para estar guapa después del parto", me dijo M :D

Pues nada... Al final tanto el ginecólogo como el médico de cabecera tenían razón: una prueba que preocupa a las embarazadas, cuando en la mayor parte de los casos sale negativa.

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