miércoles, 7 de agosto de 2013

Operación pañal


Mi bebé se hace grande...

La Duendecilla tiene dos años y casi cuatro meses. Ya este invierno hablábamos Papá Duende y yo que seguramente este verano sería el idóneo para animar a la enana a dejar el pañal. Con esa idea, empezamos en primavera a ponerla en el WC cada mañana para que se familiarizara con él y fuera reconociendo la sensación de hacer pipí. Lo cierto es que fue muy bien. Me hice con un arsenal de braguitas y vestidos (y sandalias "enjuagables") y llegó julio.

Para ser fiel a la realidad, he de contar los previos. Las iaias, cada una por su cuenta (y riesgo, jaja) ya habían tenido a la Duendecilla sin pañal a ratos; vamos, eso que dicen los libros/expertos que no se debe hacer porque confunde a los peques xD. Además, la seño de la guardería (a la que irá a partir de septiembre) nos comentó que lo mejor era empezar un sábado por la mañana, que estaríamos los papás con ella durante dos días; quitarle el pañal por la mañana y ya ponérselo única y exclusivamente para dormir (siesta y noche).

Empezamos, siguiendo consejo de la seño, el sábado 6 de julio. Y según nuestra experiencia, me atrevería a desaconsejar que se comience el periplo en un fin de semana —y menos de verano—: a pesar de que habíamos planificado un finde tranquilo para que ella se sintiera a gusto, los ritmos y rutinas se modifican inevitablemente. El sábado estuvimos en casa de unos iaios (con juegos, piscina, etc) y el domingo en el campo de los otros (más piscina, campo por explorar y tres primos con los que descontrolarse un rato). Es decir, la Duendecilla estaba pendiente de todo —lo que a ella le divertía, como es lógico—, a excepción del ínfimo detalle de que ya no llevaba pañal.

Un desastre.

La parte buena es que yo había hablado con varias mamás —estas conversaciones de tardes de parque— que me habían comentado justamente eso: los dos primeros días pensaba "esto no va", "esto es un desastre", "no está por la labor aún", pero luego muy bien... Y yo me agarraba a eso como a un clavo ardiendo.

Y no falló. El lunes la cosa cambió radicalmente y a partir de ese día sólo se le ha escapado algún pipí —más por culpa nuestra, de los mayores, que de ella— e incluso se ha levantado de las siestas con el pañal seco. Lo que nos sorprendió y mucho es que una noche nos llamó a las 3 am, pañal seco, para hacer pipí; y por la mañana, el pañal seguía seco. Lo ha pillado al vuelo, la enanita...

Lleva un mes sin pañal y estamos francamente contentos y emocionados... y aliviados, porque no queríamos que se juntara la aventura del pañal con la llegada de su hermanito. Las cacas, que es lo que más costaba (no porque se lo hiciera encima, sino porque le costaba hacerlas) están superadas ya también. Ahora habrá que empezar a plantearse el de las siestas y noches...

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